"El diablo en las cartas".
Nunca pensé entrar en ese atroz lugar, ya con olerlo era demasiado pero, luego, una cosa llevó a la otra y entré ¿Que chico de dieciocho años recién cumplidos no iría a festejar sus cumpleaños al casino?
Todo comenzó cuando, después de varios intentos fallidos de ganar algo en algún juego, nos topamos con el Blackjack. Este estaba ocupado por dos personas, el nombre de uno no lo recuerdo muy bien pero el del otro era Dablio S. Loye. Un hombre ni muy alto ni muy bajo para los 40 años que parecía tener, su nariz era grande y sus ojos pequeños; pero, a pesar de todo, él era el numero uno, según decían allí.
Esto no nos acobardó y comenzamos a jugar. La primera mano saqué BLACKJACK.
- Suerte de principiantes -le sonreí a Dablio.
- No te apures, esto recién comienza -respondió demostrando su falta de preocupación.
El juego continuó y al parecer estaba en mi día. Íbamos ya por la séptima mano y comencé a presumir.
- ¿Todavía estás tranquilo?-le dije al Sr. Loye.
- Sí y para demostrarlo apuesto 666 dolares -respondió todavía indiferente.
Esta era la suma de todo lo que tenía, pero el hecho de ver a Dablio feliz me resultaba horrible. Acepté la apuesta. Se repartieron las cartas, llegué a veinte y supuse que ya estaba ganado pero, lamentablemente, no fue así.
En ese momento, una furia interna cubrió todo mi cuerpo y le propuse a mi contrincante apostar objetos de valor. Ya se habrán dado cuenta de su respuesta.
En un abrir y cerrar de ojos había perdido mi reloj, mi collar (de oro 18k) y hasta mi celular. La cara de Dablio dejaba mostrar una gran y deforme sonrisa que me provocaba cada vez más enojo. Es así que, cuando se estaba dando vuelta al haberse dado cuenta de que no tenía nada más que apostar, le dije:
- Espera debe haber algo que pueda darte.
- Mmm. ¿Qué te parecería apostar tu alma? -sugirió muy extrañamente.
- ¿Mi alma? -fue entonces cuando me dije a mi mismo que ese extraño pero afortunado hombre era un loco, y acepté.
Se repartieron las cartas, Dablio comenzó y alcanzó a tener 20 puntos. Luego seguí yo, una reina fue mi primera carta; luego un nueve. Todo dependía de la carta que seguía. Para mi mala suerte fue un cinco. Igual esto no me angustió, como si yo voy a creer que él me va a sacar mi alma, otro chiflado más.
- ¿Vamos? -preguntó el Sr. Loye.
- ¿Adonde? No creerás que me podés sacar el alma realmente ¿No es así?
- Me parece que no entendiste, mi nombre es DABLIO S. LOYE, pero para ser más exactos SOY EL DIABLO y tu alma es mía.
Al terminar esa frase, un hoyo inmenso se abrió del suelo y nos succionó a ambos.
Ahora estoy en el infierno y una vida eterna llena de trabajos forzados y castigos me esperan, y ahora lo único que pienso es que nada de esto hubiera sucedido de no haber sido por el diablo en las cartas.
Muy bueno, mcuhachos! Un tema clásico, muy bien contado.
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